sábado, 18 de octubre de 2008

El de Chávez ha sido un decenio ruin y tenebroso que pasará a la posteridad como el período de la mayor matanza de civiles en nuestra historia


Desde el jardín de infantes sabe el aspirante a líder que la política es el arte de sumar fuerzas. Y de que no merece el calificativo de político aquel servidor público incapaz de hacerle frente a la adversidad. Quien llevado por la desesperación viole el sagrado principio de la unidad, sin tener las mayorías de su lado, y demuestre con ello no estar a la altura de sus adversidades, puede ir renunciando a sus aspiraciones políticas. Estará condenado al fracaso.

Ante las invectivas del presidente de la república contra sus más fieles aliados, los únicos que le aportan a su proyecto algún matiz ideológico, ético y civilista, a saber el PPT y el PCV, no cabe más que colegir que la desesperación en que lo ha sumido la crisis terminal porque atraviesa lo está empujando indefectiblemente al desastre. Desconocer y atropellar el derecho que les asiste a encontrar y defender sus propios espacios, imponiéndoles la absoluta sumisión, va no sólo a redropelo del peso específico que ambas agrupaciones políticas han conquistado en el escenario nacional. Es poner de manifiesto que el suyo no sólo no es un proyecto democrático, sino absolutista y totalitario como los peores de que hayamos tenido conocimiento en nuestro país. Como bien lo señala Vladimir Villegas, a quien nadie osará catalogar de contrario a la revolución bolivariana, despierta los peores recuerdos y anticipa las más dramáticas catástrofes: el sectarismo adeco del trienio y el derrocamiento de Rómulo Gallegos. Y sería franca imbecilidad suponer en Valdimir Villegas un llamado al derrocamiento presidencial, siguiendo el ejemplo de Gallegos. Como lo es achacarle a Poleo el deseo de ver colgado al presidente cabeza abajo sólo porque, con absoluta razón histórica y socio-política, comparó su trayectoria y sus ejecutorias con las del líder fascista italiano Benito Mussolini.

Aún así: sería injusto pretender equiparar la Revolución de Octubre con el siniestro decenio rojo y la figura del más grande novelista venezolano Rómulo Gallegos con el teniente coronel golpista Hugo Rafael Chávez Frías. Aquella abrió las compuertas a la participación popular y echó por tierra los obstáculos que se oponían desde siempre a la participación del pueblo en la definición de los destinos nacionales. Fue, luego de veintisiete años de feroz dictadura y una década de transición, un esfuerzo concertado por fundar la república liberal democrática. Sentó las bases para lo que sería a partir del 23 de enero de 1958 el único período plenamente democrático de nuestra vida civil, estatuyó derechos civiles universales, puso a los trabajadores y a la mujer en el centro de las preocupaciones del Estado y preparó las cimientes para una de las democracias más notables del desarrollo político latinoamericano.

En cuanto a Rómulo Gallegos, fue no sólo uno de los más grandes escritores de la literatura universal sino un demócrata a carta cabal. Compararlo con quien hoy usurpa el poder es una infamia.

Pero vaya en lo de este repugnante sectarismo. Puede sonar exagerado, pero Vladimir Villegas bien podría estar en lo cierto: de esos polvos salieron estos lodos.

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Aunque otra notable diferencia entre el sectarismo adeco del trienio y el del régimen actual es su virulencia, su alcance y su propósito. El actual presidente de la república llama directamente a triturar al adversario, criminalizado y rebajado a enemigo público. En el más mussoliniano y fascista de los estilos, como bien lo señala Poleo. Si estuviera en su potestad y tuviera la capacidad como para hacerlo, no sólo habría freído las cabezas de adecos y copeyanos. Hubiera enviado a todos sus adversarios a campos de concentración. Pues el ideal que persigue declaradamente es el de la Cuba castrista, una gigantesca cárcel política, escapar de la cual acarrea el fusilamiento o, en el mejor de los casos, servir de carnada a los tiburones del Caribe.

ampoco el trienio se caracterizó por el avasallamiento de las fuerzas armadas, el sometimiento absoluto de los tribunales al arbitrio del presidente de la república y la sumisión de las autoridades de los distintos poderes públicos a la voluntad omnipotente e irrebatible del presidente de la república. Las diferencias son tan notables, como las que separan al cielo de la tierra. No perseguía tampoco el entonces presidente de la república entronizarse en el mando y convertirse en presidente vitalicio. Propuso, promovió y puso todos sus esfuerzos en la elección de Rómulo Gallegos, electo con una aplastante mayoría de votos en elecciones transparentes, ejemplares por su obediencia a los parámetros universalmente aceptados.

La constitución de 1947, por su parte, incorporó avances trascendentales en la consagración de derechos: la universalidad del voto, los derechos plenos de la mujer, de los analfabetas y grandes logros hacia la conformación de un estado social de bienestar. Correspondía de manera cabal a las aspiraciones democráticas y modernizantes de la sociedad venezolana. En cuanto a probidad y decencia en el ejercicio de los cargos públicos, intentar cualquier aproximación entre el actual latrocinio y las normas imperantes durante el trienio constituiría un brutal desacato a la realidad. Baste señalar el ejemplar ordenamiento de los tribunales de responsabilidad civil y administrativa, que sometieron a casi doscientas autoridades del gomecismo y del post gomecismo al rigor de contralores probos y responsables. Muchos de los odios de connotadas figuras del actual régimen hacia AD y la llamada Cuarta República tienen sus orígenes en el rencor suscitado por el castigo ejemplar a familiares directos de quienes hoy ocupan altos cargos en las esferas del Poder o en el entorno presidencial. Poco importa el raterismo de gobernadores de Estado nombrados a dedo por Juan Vicente Gómez como premios a obsecuencias oscuras. Un precedente que parece reafirmarse en el decreto ley de reordenamiento territorial que se nos pretende imponer a mansalva. Nada extraño tendría ver a hijos de connotados de ladrones de oficio que ocuparon esas así llamadas presidencias de Estado volviendo al trono que dejaran vacantes sus mayores ante la muerte del dictador.

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Allí terminan los paralelos. De la confrontación de propósitos, esfuerzos y resultados emerge el trienio pleno de dignidad, honradez y grandeza. Si bien lastrado por el sectarismo y la siembra de un estatismo clientelar que hincaría sus colmillos en un país preso del peor populismo. Ante un decenio ruin y tenebroso que pasará a la posteridad como el período de la mayor matanza de civiles en nuestra historia. Más de 130 mil asesinatos. Una cosecha de sufrimiento y desolación digno de una cruenta guerra civil librada por el hampa contra los sectores más desvalidos y abandonados de nuestra sociedad. Los mayores ingresos de nuestra historia dilapidados en un carnaval de delirio, estupros y megalomanía. Y ya se avizora la bancarrota, cuando los precios del petróleo caen estrepitosamente y nada logrará detenerlos.

Chávez se sabe al fin del camino sin nada entre sus manos. Escoltado por la peor cosecha de políticos, arribistas y saqueadores de nuestra historia contemporánea. Ni un ministro, ni un embajador, ni un diputado que se salve de la rampante mediocridad de seres bajos y ruines. Sólo se salvan quienes deciden darle la espalda y sumarse a la cruzada de la decencia pública y la moralidad ciudadana representada hoy por la oposición y todos sus partidos y organizaciones. Ninguna sorpresa que entre esas personalidades y partidos se encuentren quienes despiertan de una terrible pesadilla. Y aunque reconocen el valor y la necesidad de profundos cambios en la vida política, económica e institucional del país, saben que el teniente coronel no sólo traiciona sus ideales, sino que impone sus delirantes ambiciones personales por sobre toda otra consideración. Raúl Isaías Baduel, el partido PODEMOS, la ex primera dama Marisabel Rodríguez continúan el desangre de los mejores que se retiran asqueados de lo que hoy constituye el Poder. La decisión del PPT y del PCV por resguardar sus propios espacios y aspirar a sus propias cuotas de Poder refleja no sólo la sana decisión de prepararse para un futuro democrático, sino la hidalguía de quienes tienen suficientes derechos como para recordarle al presidente de la república que no veía la luz cuando ya habían pagado sus cuotas de persecución, luchas y sacrificios.

A Chávez, el coronel en su laberinto, le espera el severo juicio de la historia. No comprende aún lo que le ha sucedido y ya comienza la despedida. Cuando la gloria que creyera eterna yace entre las ruinas de un proyecto convertido en saqueo y devastación. Frente a un futuro que se anuncia lleno de incertidumbre. De allí su desesperación, su furia, su incotinencia y los graves errores de su errático comportamiento. Incapaz de asumir su responsabilidad ante el desastre las emprende contra sus aliados, asumiendo el rol del juez supremo que dictamina quién es quién y cuáles sus laureles en la Venezuela de la decadencia. Ofende sin razones y siembra los vientos que pronto se le volverán hechos tempestades. De este naufragio no lo salva nadie.

Ya comienza a entrar en la historia. La borgiana, la de la infamia.

EL CORONEL EN SU LABERINTO
Antonio Sánchez García

http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/18961/el-coronel-en-su-laberinto-y-sus-ataques-al-ppt-y-al-pcv/

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