jueves, 3 de diciembre de 2009

Chávez y sus ricachones




Chávez es un preso de las mafias que ha creado. La detención del banquero Fernández Barrueco en los calabozos de la policía política es un intento desesperado por mostrarse independiente de ellas. Pero resulta que mientras más se sabe del privilegiado caído en desgracia (por ahora), más queda en evidencia que su fortuna fue amamantada por el régimen socialista del siglo XXI.

Hace diez años el boliburgués en cuestión era un modesto empresario: no existía Mercal. Los bancos que adquirió tenían en sus arcas cuantiosos fondos estatales, depositados allí por un poderoso teniente que ocupa el cargo de Tesorero nacional, con la nula oposición del ministro de Finanzas. Las compras de estos bancos fueron financiadas por la banca pública, en operaciones que debería haber controlado otro militar, el Superintendente de Bancos. De manera que el nuevo episodio es uno más del largo muestrario que tenemos los venezolanos sobre la eficiencia de los militares.

En un país petrolero siempre le sobrará dinero al Estado para intervenir en la formación de nuevos grupos económicos. La discreción en la entrega de contratos de obras, licencias de importación, préstamos de bancos públicos, patentes industriales, compras de equipos que incluyen costosísimos juguetes militares, son oportunidades de enriquecimiento rápido para los favoritos del régimen.

Pero si concientemente se lleva a cabo la demolición de la legalidad y las instituciones y se monta un control de cambios, como ha sido el caso de la revolución bonita, la corrupción tiene el campo libre y la aparición de nuevos multimillonarios instantáneos se convierte en moda. La formación de los anillos burocráticos que alimentan a esos nuevos grupos se hace mucho más fácil y no es precisamente el riesgo, la inteligencia o la innovación lo que caracteriza el éxito de estos empresarios sino la segurísima sombra del Estado con el concurso de funcionarios corruptos.

En este gobierno, que se dice enemigo del capitalismo, han proliferado los intermediarios, las empresas de maletín, las cooperativas fantasmas, todas las figuras posibles para atrapar –sin mayor esfuerzo- la renta petrolera. Tiene razón el diputado Carlos Escarrá -en un alarde de cinismo- al decir que este gobierno sí ha estimulado la creación de empresas. Empresas falsas y corruptas.

¿Y por qué Chávez no destituye y promueve el enjuiciamiento de los funcionarios cómplices (como lo ha pedido, entre otros, el secretario general del Partido Comunista) de estos pseudoempresarios? Porque no puede. Porque todo esto es un elemento básico de su diseño: ninguno de esos funcionarios ha actuado por su cuenta. El mismo Chávez en el Äló, Presidente” del 19 marzo de 2006 alabó el papel de Fernández Barrueco, diciendo que éste formaba parte “de un esquema concertado para establecer una estructura financiera secreta para contener fondos saqueados de Pdvsa y el Tesoro Nacional”.

No le luce, entonces, a Hugo Chávez hablar mal de estos ricachones. Son sus ricachones.


Román José Sandia
Noticiero Digital