sábado, 4 de abril de 2009

El control del poder . Pelucas y peluqueros


Razón no le faltaba al ex alcalde de Chacao, Leopoldo López, cuando denunció ante los periodistas ayer en Miami que tanto "la persecución contra Manuel Rosales como las inhabilitaciones políticas, o la obstrucción a la gestión de alcaldes y gobernadores opositores, son las estrategias que Hugo Chávez ha puesto en práctica para hacerse con el control absoluto del poder" en Venezuela. Y está muy bien que esto se diga en el exterior porque todavía hay gente convencida en Estados Unidos y Europa de que la oposición exagera la crítica.

Pero ¿cómo se puede exagerar lo que está a la vista de todo el mundo? Sería una aberración política tratar de darle a las torpezas y los atropellos del Gobierno una dimensión mayor a la que ya tienen, porque en el estadio actual ya son estremecedoras y casi increíbles para la gente normal. El hecho de utilizar los poderes del Estado con la única finalidad de cumplir un macroprograma de venganzas diseñado en sus horas de insomnio por el Presidente de la República, nos da una idea de la degeneración política e institucional del movimiento bolivariano.

Incluso, el mandatario nacional se da el lujo de no trabajar a la sombra, como lo hace el crimen, sino a plena luz del día. El desprecio que siente por sus militantes y funcionarios (da lo mismo) lo lleva a darles órdenes en público que van contra la ley, y a fracturar la línea de respeto por el otro, es decir, por ese ser humano que cometió el pecado original de creer ingenuamente en Chávez como líder popular.

¿Y ahora qué sucede? Pues que desde la televisión les da una orden a todas luces insultante: "Ustedes, diputados de la Asamblea Nacional, ¡pónganse a trabajar!". ¿Y como entiende este exhorto nuestro máximo órgano legislativo? Pues como un error garrafal de ellos por no haber adivinado a tiempo que el jefe del Estado tenía ganas de legislar y necesitaba urgentemente unas leyes que, a los pocos días, ya estaban aprobadas.

Los regaños y los insultos que reciben cada domingo los militantes y funcionarios bolivarianos no sólo dan pena nacional, sino que destruyen el sentido de la moral y la ética entre los jóvenes que hoy se están inscribiendo en el registro electoral para votar, eso sí, cuando el jefe del Estado lo decida. Es mentira que el pueblo o la mayoría de sus voluntades pueda imponer un calendario a la famosa (según la inventiva popular) banda de las cuatro, que operan e imponen la mayoría (maracucha, por cierto) en el CNE.

¿Se puede acudir a la Fiscalía General? Claro que sí, pero sólo para cumplir con un requisito formal. La señora fiscal no recibe, en principio, a la oposición. Y si, por alguna extraña razón, acepta recibirla, entonces hay que estar muy pendiente de sus citas para desteñido del pelo y colarse en una hora disponible entre su cirujano y su masajista.

¿Acudimos acaso al Tribunal Supremo? Ahí en verdad no hay cirujano posible pero sí un peluquero que no se ocupa de pelucas sino de Cabellos, que son quienes alisan las sentencias.


Editorial
El Nacional

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