Vivo o muerto, escondido o desaparecido en la bruma del colectivo musulmán, la lobreguez real o imaginaria de Osama Bin Laden es larga cual erguido y solitario ciprés. A partir del 11-S, cuando Estados Unidos sucumbió bajo la osadía de un puñado de fanáticos, el espanto posee nombre: Al Qaeda, y un garante: Osama Bin Laden. Este sigue siendo el hombre más buscado, y su paradero, bajo tierra o sobre ella, es un arcano, mientras su brazo armado continúa sembrando el terror.
Bush se va de la Casa Blanca sin resolver el enigma sangrante y se lo traspasa a Barack Obama, con poco o nula experiencia en estas marañas. Soltará a los presos de Guantánamo o los trasladará a los Estados Unidos, gesto honroso y escasa solución al terrorismo fundamentalista operante, al ser la cuestión de fondo la lucha entre dos civilizaciones dispares en fe, política y estructura social. Oriente versus Occidente, un enfrentamiento heredado hace XV largos siglos.
Bin Laden es un iluminado paranoico o la resurrección misma del “Viejo de la Montaña”, ese Hassan Ibn Saba que en la fortificada ciudadela de Alamut en el norte de Irán, siendo cabeza de una secta caracterizada por la exacerbación, libró una guerra contra los turcos y otras áreas intentando imponerles la creencia chiita profesada por los califatos de Bagdad.
Un esloveno escribió en una lengua que hasta en su propia patria de entonces, Yugoslavia, era minoritaria, el mejor libro sobre el gran fanático que vivió en 1092. Se llamaba Vladimir Bartol y era filósofo, psicólogo, biólogo, historiador de religiones y, sobre todo, eslavo con espíritu libre.
Cuenta Bartol que Hassan Ibn Saba, no disponiendo de ejército regular, tierras ni apoyos sólidos, sembró en menos de un año sangre y consternación sin parangón. Poseía un secreto y lo convirtió en sólido poder: estudió doctrinas, cultos y supo que a los seres humanos los mueve cierto resorte: la ilusión.
El anciano embriagaba con vino a sus fedayines, les abría los harenes y les hacía saborear por anticipado los gozos reservados a los valientes en los jardines de Alá. Exaltados, partían felices a asesinar, para mayor gloria de su amo y aunque les fuera en ello la vida, al estar seguros de conquistar un lugar en el Paraíso.
Bin Laden, la moderna reencarnación del antiguo atrincherado de Alamut, cree gobernar el espanto del planeta escondido o muerto, en alguna parte de las infranqueables montañas de Afganistán salmodiando las suras del Corán.
2 comentarios:
Today, I went to the beach front with my kids. I found
a sea shell and gave it to my 4 year old daughter and
said "You can hear the ocean if you put this to your ear." She placed the shell to
her ear and screamed. There was a hermit crab inside and it pinched her ear.
She never wants to go back! LoL I know this is totally off topic but I had to tell someone!
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