Difícil establecer si el sorprendente gesto del presidente de los Estados Unidos fotografiado en Beijing expresa una pea descomunal o una mueca de desfachatado orgullo. En cualquiera de los dos casos tendría absoluta razón. ¿Qué se hubiera tragado el teniente coronel si sus ciento y pico de atletas hubieran traído algo más que una medallita de bronce? ¿Cómo se andaría pavoneando en la corte de sus satrapías andinas y caribeñas si alguno de nuestros muchachos – que él jura que son de su propiedad personal – hubiera logrado la proeza de aquel ciudadano norteamericano que sin bullicio político ni ordenanzas presidenciales se conquistó nada más y nada menos que ocho medallas de oro en una semana y de un solo trancazo? ¿Cuántos puros de santería, cuántos collares de babalao, cuántas hojas de coca, cuántos huesitos de bolívar se hubiera zampado en un acto de magia negra – los paleros de Papá Fidel - si hubiera alcanzado la centésima parte de las medallas obtenidas por “los boys de George Bush”?
Esa será la causa de su desastre inevitable: creernos a todos los venezolanos tan jalabolas, tan humillados, tan supersticiosos, tan corruptos y tan desmemoriados como los que todavía permanecen embaucados por sus promesas vanas prefiriendo de presidente de la república a un brujo de mala muerte que a un estadista. Digno de Idí Amín Dadá: se burla de la celebración personal de Bush por los memorables éxitos de los atletas norteamericanos tratando de ocultar su descomunal despecho por su “revolución de oro”. Plomo es, y del más pesado. Un Rey Midas, pero a la inversa, el propio Rey Sadim: el oro lo convierte en plomo.
Cree que todo es problema de real. Enviar una delegación de más de cien atletas a las olimpíadas, confundiendo, como siempre, cantidad con calidad. ¿Cuántos miles de millones le costó a todos nosotros, los venezolanos, la modesta medalla de bronce, ganada con honra y decencia nacional por una de nuestras atletas? Pero no nos llamemos a engaño. Con menos nos conformaríamos si separáramos drásticamente el deporte de la política, y las medallas olímpicas de las ambiciones personales del rey Sadim.
Lo que no comprende y posiblemente jamás llegue a comprender , es que con dinero de los ciudadanos puede comprar a unos presidentes de pacotilla – uno de ellos seriamente enjuiciado por pederastia y violación continua y agravada de su propia hijastra, con la sórdida complicidad de su madre, la primera “dama” nicaragüense – y taparles la jeta a sus compadrotes del Mercosur, particularmente a los chulos argentinos. Con plata se puede comprar hasta la anuencia del Secretario General de la OEA, el chileno José Miguel Insulza. Pero ni con todos los billetes del mundo se pueden comprar medallas olímpicas.
La grandeza de un pueblo no se mide por los coroneles que lo (des) gobiernan, usufructuando de los bienes que encuentran repartidos por el suelo. No se mide por la cantidad de empresas que le pertenezcan a un gobierno usurpador. Ni a los tenientes coroneles que traicionan sus juramentos. La grandeza de un pueblo se mide por su capacidad de tener representantes dignos, cultos y decentes, susceptibles de ser imitados y atletas libres de presiones y chantajes.
Ese es el pueblo que los venezolanos de buen corazón aspiran construir cuanto antes. Por cierto: mientras antes, mejor.
LA PEA DE BUSH Y LAS MEDALLAS DE ORO
Pedro Lastra
Especial para Noticias24.com
1 comentario:
No es una sorpresa encontrarme con tanto entreguismo y tanta alienacion por la bota del norte camufladas en lineas como estas. Por que no te vas a USA? Por que no te enrrolas en las filas militares del fascismo Americano y sales cual mercenario a pisar mas fuerte? Te falta bolas, Gusano. Jeton disociado. Venezuela con o sin medallas va rumbo a la transformacion del hombre por el hombre, sin mediocridad ni entreguismo. Nuestros atletas llevan en su pecho una medalla de oro que representa el honor de todos los Venezolanos.
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