El GP está hoy en una verdadera y terminante encrucijada: ¡Triunfa o queda liquidado! Estos son los escenarios de la confrontación, el choque. En el caso de que se cumpla el primero, ya privilegiado por la victoria oficialista del 23N-08 y los buenos oficios fraudulentos que le prestará el CNE, seguirá el drama que padecemos sin experimentar mayores cambios en lo inmediato. El panorama quedará conformado para que avance el llamado proyecto revolucionario.
En caso de producirse una sorpresiva derrota del GP, en sus aspiraciones a lograr la modificación constitucional que le permita reelegirse de manera indefinida, en principio, quedaría liquidada la llamada “revolución bolivariana”. Pero la pregunta que surge es esta: ¿Aceptaría y asumiría el GP su derrota y con ello el fin de la “revolución”?
En este caso, hemos delineado escenarios que siguen vigentes: el recrudecimiento de la represión-violencia, el autogolpe, la profundización de la inestabilidad como medio de auto-afianzamiento. En ambas situaciones no se puede descartar la posibilidad del estallido social.
Por otra parte, no puede verse una derrota del GP al margen del contexto en el que se desenvuelve su revolución. Eso carece de sentido, porque el GP sigue en toda su extensión los dictámenes de la militancia venecubana. Y de producirse, entrarán en juego los factores nacionales e internacionales. De allí la existencia de una doctrina que muestra y fundamenta el héroe-caudillo insustituible.
Por eso, queda claro que el camino de “su revolución bolivariana-liberal-positivista” no es el llamado internacionalismo proletario, sino el que establece la suma apreciable de caudillos y poderes establecidos sobre la base de una figura “mítica” que se sitúa a la cabeza de un proyecto “neosocialista” o “neocomunista”. Este es, entonces, el juego a una revolución que ni es ni puede ser.
Sólo está planteado extender a este ex país el esquema de un nuevo dominio, que, en este caso, tiene el mismo actor: una alianza cívico-militar, que toma como pretexto “la reivindicación del pueblo” y la lucha contra el capitalismo-imperialismo, para poner a andar el poder de una “casta dirigente” que se pone al frente de una nueva clase, la boliburgueriana, para promover un “socialismo del siglo XXI”, que no del XIX ni del XX.
Un “socialismo” que, por supuesto, se construye, no a partir de la relación fuerzas productivas / relaciones de producción sino de un capitalismo de Estado que está basado en la acumulación petrolera y la capacidad de comprar un apoyo popular, que se junte al militar y al que proviene de las “fuerzas aliadas” para garantizar, en definitiva, el establecimiento de un nuevo imperio clasista.
De allí que esta llamada “revolución bolivariana” contenga hoy los mismos vínculos y relaciones que posee la matriz venecubana. Vemos de este modo el desarrollo de la conexión La Habana-Caracas-FARC-Managua-Quito-La Paz-Buenos Aires-Irán-Irak-Rusia-China-Vietnam-Hamas-Palestina-Zimbabwe.
Y todo en el marco de una supuesta revolución guiada u orientada por un marxismo-leninismo reencauchado. Un proyecto internacional con incidencia directa en el cuadro de la parte de Venecuba que aún se conoce como Venezuela.
Queda claro entonces que en lo internacional cualquiera de los países de la “red revolucionaria” tiene aquí su asiento de intereses y que, en ese marco, no debe extrañar ver hoy al GP pontificando a favor de la causa palestina y en contra de la que califica como israelí-imperialista, una toma de partido que corresponde no sólo a un alineado sino a quien está dispuesto a marcar pauta de radicalismo.
A escala nacional el régimen está obligado a controlar todo lo que tiene que ver con las fuerzas armadas y con el “pueblo” que constituye su principal base de sustentación. En ambos casos el Estado petrolero hace grandes inversiones para que se mantenga el apoyo al “socialismo” y en particular a los héroes-caudillos que lo conforman y que amenazan con optar por la reelección indefinida para mantener el socialismo indefinido.
Ya no se trata de que el GP admita una derrota, sino de un proyecto internacional que tampoco se puede dar el lujo de perder una posición que otorga los mejores beneficios.
Venezuela, como Cuba en su momento, ha sido invadida por los residuos de un socialismo que fue incapaz de producir otra cosa que no fuera miseria, masacre y destrucción en sus respectivos territorios.
El desmembramiento de aquel gigantesco mapa rojo a partir de 1989, establece la evidencia y la magnitud de su fracaso. El llamado socialismo no pudo ir más allá de la creación de nuevos imperios, sostenidos bajo las mismas leyes de la exacción y el atropello.
Pero en su auge y ascenso, esas supuestas fuerzas revolucionarias se llevaron por delante pueblos, territorios, colectivos y esperanzas. Y aún pretenden hacerlo. Venecuba es un objetivo de esos poderes.
Por eso este ex país en manos del GP y sus acólitos está condenado hoy a servir de instrumento a superpoderes, para quienes el propio golpista es sólo un accidente que será puesto a un lado, cuando deje de ser necesario, a esos ejes geopolíticos perversos y descompuestos que hoy rigen el mundo.
Y esto indica que estamos cercados por la mayor trampa que haya recaído sobre el colectivo de este ex país: el poder de un caudillo petrolero, manejado como un títere, por oscuras fuerzas nacionales e internacionales, que, finalmente, se llevarán por delante a quien funge como jefe único, salvador e imprescindible, más allá de que sea portador de infinidad de reelecciones.
Por lo pronto el GP, seguirá como lo que es: un fracasado con imagen triunfal, al servicio de los grandes intereses que prevalecen en el planeta, que lo mantendrán en la creencia de que es el nuevo ¡gran Libertador!
Títere y titiriteros están obligados a triunfar. De no ser así, se plantearía un inmenso reto para determinar las fuerzas que han conformado esta situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario