jueves, 9 de abril de 2009
El derecho de pernada
Imágenes del 11 de abril de 2002
"Chávez pisoteó, sin inmutarse, más de 800 mil votos de los caraqueños e hizo con ellos papel de letrinas. ¡Así, así se gobierna!", escribe el columnista este miércoles.
En política, al decir de Bakunin, no hay práctica honrada posible sin una teoría y sin un fin claramente determinado, y en el caso que nos ocupa: la decisión de la Asamblea Nacional de entregar el Distrito Capital al Comandante-Presidente, para ejercer el arcaico derecho de pernada, se vuelve el acto celestino más humillante de un hemiciclo reflujo de todas las nulidades.
No deberíamos a estas alturas del desmadre nacional asombrarnos ante los desafueros que ha venido padeciendo el país en los últimos meses; no obstante, asimilarlo en su totalidad, sentir el desmembramiento de la Carta Magna- la misma que duraría un mileno y sería la más reflexiva y justa del planeta – es algo que el sentido de rabia e impotencia se niega a aceptar.
El Caudillo actúa ya sin tapujos y con la prepotencia de un dictador al estilo de Benito Mussolini tras los seiscientos días de Saló y su característico "Ur-Fascismo", comenzando con ello los últimos aullidos sobre la desmembrada Italia; o un Hitler deslizándose a pasitos de gorrión de casero vuelo por las escalinatas de Reichstag, al instante mismo de convertir a Europa en un barrizal de los horrores, el 30 de enero de 1933, al ser elegido canciller de Alemania.
Ordena y manda sobre de la Constitución a la que ha mancillado hasta el vilipendio más pavoroso. El hombre no se detiene ante nada ni nadie, mientras su brújula ha dejado de marca el norte de la coherencia.
A la alta jerarquía de la Iglesia Católica, la única voz en medio de esta marabunta de silencios atronadores, se la mancilla como si fuera la "Puta de Babilonia”, epíteto hendido por Fernando Vallejo cuando el Premio Rómulo Gallegos 2003, intentó superar a Karlheinz Deschner en su demencial "Historia criminal del cristianismo".
El penúltimo zarpazo – vendrán más y más crueles - ha sido la usurpación a juro de la Alcaldía Mayor.
La misma noche de diciembre en que los fantasmas del Palacio de Miraflores acudían al aquelarre levantado a las sombras del patio del pez que escupe agua, ya el Invicto urdía la forma de sacarse la espina clavada por Antonio Ledesma en el esternón.
Él, habiéndose babeado hasta el cansancio hablando de "la voluntad soberana del pueblo", dio la orden explicita para que los yuxtapuestos diputados aprobaran el Decreto, hecho de su puño y letras, y así cercenar a la electa Alcaldía Mayor.
Pisoteó, sin inmutarse, más de 800 mil votos de los caraqueños e hizo con ellos papel de letrinas. ¡Así, así se gobierna!
¿Y la democracia? Disculpen: uno no está aquí para hablar de pistoladas.
Rafael del Naranco
Cadena Global
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1 comentario:
¡¡¡"...Pistoladas"!!! Eso hay que decirle a los que hablan de "democracia"... no hay que decir más.
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