martes, 21 de abril de 2009
¿Funcionarios lacayos?
El desbarajuste ha llegado a tal grado de insidia, que no se puede pensar en algo distinto de lo descompuesto que está el país. Por supuesto, producto todo ello de una ausencia de valores relacionados con la rectitud, la paz y la no violencia, fundamentalmente. No obstante, hay que decir que a tan nauseabunda situación se suma la falta de ética pública. Asimismo, de una moralidad política cuya carencia repercute fuertemente en la concepción de gobernar pues en medio de tan marcada precariedad emerge un estilo de gobierno absolutamente usurpador y perverso, en todos los sentidos.
Su naturaleza militarista facilita tal grado de desparpajo. Pero al mismo tiempo, la condición servil de quienes se prestan al indigno trabajo de funcionario. Particularmente, de aquellos que ocupan posiciones en el alto gobierno por cuanto su estabilidad depende de la discrecionalidad que medie la relación entre éste como subalterno, y quien funja como superior. Aunque su permanencia en el encumbrado cargo político igualmente está sujeta a la manera de cómo este funcionario se somete al margen de toda posibilidad de opinar a conciencia del desastre que ayuda a fomentar.
Tan degradante actitud convierte a estos funcionarios en meros lacayos del yugo opresor presidencial. Y es que en medio de un gobierno vertical, dada su condición militarista y por tanto autocrática, no les queda otra respuesta que desenvolverse de la manera tan miserable y mediocre como en efecto se comportan quienes, por ejemplo, ostentan cargos de ministros, viceministros, directores, gobernadores, alcaldes, diputados y una variopinta gama de escaños gubernamentales que van desde los contralores, procuradores, fiscales, hasta jueces y funcionarios policiales. Por supuesto, sin olvidar que a esta lista patética de funcionarios, engreídos por ser miembros “selectos” del mal visto oficialismo, se suman aquellos militares sin conciencia institucional, sin conocimiento de la responsabilidad que compromete las órdenes cumplidas en perjuicios de la soberanía, las libertades políticas y la democracia.
Las últimas decisiones del Ejecutivo Nacional acatadas obedientemente por la administración gubernamental, le imprimen mayor connotación a este cuadro de crasas equivocaciones que sólo reflejan la desvergüenza asumida como criterio de acción por los funcionarios adscritos al alto gobierno para de esta forma congraciarse ridículamente con el comandante-presidente. Actitud ésta que refleja el descarado servilismo que, complementado por el uniformismo que exhiben al vestirse de rojo, cual diablos de Yare, dejan ver la carencia de dignidad y sentido venezolanista apegado al respeto por la pluralidad político-ideológica, en estos compatriotas tristemente alienados por el compromiso politiquero vacío de fundamentos políticos, aunque lleno de ambigüedades propias del más retrógrado populismo.
La ambigüedad de estos funcionarios al momento de actuar, determinada por el temor a verse revelados del cargo, o ser excluidos de futuras consideraciones frente a ambiciosas posiciones de poder, redunda a favor de la corrupción que, con plena impunidad, afecta los niveles estratégicos y gerenciales de la administración pública. En el plano de estos problemas, el país está condenándose a retroceder sin que haya un ápice de racionalidad política que, desde el mismo gobierno, evite tan impúdica tendencia que arrastra a Venezuela a una crisis de gobernabilidad de absoluta repercusión sobre el resto de sus instituciones. Y que sin duda, hace que esfuerzos dirigidos a contrarrestar esta situación de descomposición se vean fortalecidos a consecuencia del deliberado y cómplice trabajo de funcionarios lacayos.
Antonio José Monagas
Noticiero Digital
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