"Vi a los ojos a las víctimas. Les dije que se irían a dormir pensando que éramos culpables, pero los engañaron"
Maracay.- Con una condena a cuesta de 30 años de presidio, sin beneficios procesales, el comisario Iván Simonovis no pierde las esperanzas de demostrar, junto con sus compañeros Henry Vivas y Lázaro Forero, que no ordenó a la Policía Metropolitana, vía radio, disparar contra la marcha que se desarrolló aquel fatídico 11 de abril de 2002. Por el contrario, ese día "dimos lo mejor de nosotros para evitar las muertes, no para provocarlas".
Desde su centro de reclusión, en la Disip en el Helicoide, Simonovis dice que no cree en la justicia venezolana, pero asegura que luchará por devolver la autonomía a los poderes del Estado; sólo pide a quien lo apoya: "no quiero lágrimas ni compasión, quiero que reaccionen".
A través de un contacto logrado por su esposa y defensora, María del Pilar de Simonovis, el ex secretario de Seguridad Ciudadana de la Alcaldía Mayor relata lo que sintió el día de la sentencia y qué hará ahora tras las rejas.
-¿Qué piensa de su condena, considerando que le fue aplicada la pena máxima?
-Siempre pensé que nos condenarían, pensaba que quizás en un par de años podría solicitar un beneficio, pero luego de oír a la juez Marjorie Calderón confirmé lo que he mantenido y dicho durante este interminable juicio: que en nuestro caso sólo se buscaba venganza. Sólo con oír cómo se expresaban las fiscales y abogados de mí, era obvio un profundo resentimiento; lo que no sé es qué lo motiva; me odian a muerte y a eso me condenaron.
-¿Qué sintió cuando escuchó la sentencia?
-Mi corazón se aceleró, sentí como Bony (María del Pilar), mi esposa, me apretaba la mano desconcertada totalmente. Lo que puedo decir es que como policía, cuando estás en situaciones de riesgo sientes cosas similares. Como en una oportunidad que pensé que no saldría de una situación muy crítica con unos delincuentes, lo que pensé fue en mis hijos. En fracciones de segundos imaginé sus caras al enterarse de la noticia. Inmediatamente que terminó la juez abracé a mi esposa y le dije: ¡cuida a los niños! Es lo único que recuerdo de ese momento.
-Ante la negativa del Tribunal Cuarto de Juicio de otorgar beneficios procesales durante los tres años de juicio y la evidencia de estar inmerso en un proceso judicial político, ¿estaba preparado para lo peor?
-Sí, siempre es mejor esperar lo peor. Claro, no imaginaba que llegaría a este ensañamiento. De verdad es una cosa vulgar y aberrante; así debe ser ella (la juez del caso) por dentro. Realmente siempre vi a la juez Marjorie Calderón muy falsa, no me inspiraba la más mínima confianza. Manipulaba las situaciones en el Tribunal para parecer justa, pero cuando has entrevistado e interrogado a mucha gente, aprendes a darte cuenta cuando mienten. Trabajé 23 años en la PTJ y eso lo aprendes por la cotidianidad. Mi esposa y mucha gente me decía que no fuese pesimista porque siempre pensé que ella no sólo manipulaba en el Tribunal, peor aun lo hacía con los escabinos y el tiempo y esa sentencia me dio la razón.
-Dados sus señalamientos, ¿qué mensaje le envía a la juez Marjorie Calderón?
-Ninguno, ella no oye a nadie. Está tan llena de odio como los más rancios y extremistas de los chavistas. Estoy seguro que ella jura que lo que hizo está perfecto y nada la sacará de allí. Yo sólo puedo decir que a mi lado siempre estarán personas que me conocen y me aman por lo que soy, no sé ella.
-¿Qué espera de la justicia venezolana, aun cuando la condena acompaña la mención de violación de los derechos humanos?
-Aquí no hay justicia, vi a los ojos a las víctimas que estaban allí y les dije que se irían a dormir pensando que nosotros éramos culpables, pero la realidad era que los habían engañado. De la violación de derechos humanos, por favor, eso ni siquiera forma parte de la acusación. Eso lo inventó la juez allí. En ese sentido considero que era la única forma de justificar esa condena y, sobre todo, que no tiene ningún beneficio procesal, así que si son 30 años, eso deberé estar en la cárcel si sobrevivo, claro está. Duermo tranquilo con mi conciencia porque ese día 11A dimos lo mejor de nosotros para evitar muertes, no para provocarlas.
-Desde la cárcel, ¿qué acciones podría emprender para demostrar su inocencia?
-Lo que nos queda es el apoyo de los medios de comunicación y mostrar simplemente lo que se mostró en este juicio. Allí está todo claro: somos inocentes.
-En una oportunidad surgió la idea de que usted podría optar por una curul en la Asamblea Nacional. ¿Qué piensa al respecto?
-Ahora más que nunca quisiera poder hacer algo por restablecer la democracia en Venezuela, pero, sobre todo, devolver la autonomía a los poderes del Estado. No sé si podré optar luego de esta condena, pero sí sigo interesado en esa opción. A través de Internet tengo anotadas a 3.800 personas. Realmente era un ensayo para ver si esto tenía viabilidad, pero hay un tema más importante, que es evitar que acaben con la descentralización. Debemos dar una pelea titánica para defender lo que se logró hace 20 años y dieron a muchas comunidades la posibilidad de elegir a quien realmente los representa.
-¿Qué espera ahora? ¿Qué mensaje envía a su familia?
-A mi esposa, que es la mujer más bella del mundo, su capacidad de amar no tiene límite. Le doy todos los días gracias a Dios por la esposa que me dio, a mis hijos, que a pesar de tanta tragedia y la influencia de su mamá, son niños llenos de alegría y sin resentimiento. Gracias a ellos cada domingo de visita me cargo de energía para seguir adelante, ellos pueden estar seguros que yo no estaré 30 años acá, saldré caminando por esa puerta directo a mi casa y en ese momento retomaremos nuestras vidas. A ellos les devolveré cada minuto que la revolución nos arrancó. A los venezolanos les digo que no quiero lágrimas ni compasión, quiero que reaccionen y se den cuenta que en Venezuela estamos en una dictadura, que si no reclaman sus derechos, la cárcel será tan grande como el tamaño del país.
Érika Guillén
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
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